Boletín Internacional / edición 206 / Enero de 2020 El AKP surgió hace casi dos décadas bajo las condiciones de una crisis económica, política y social. La crisis económica en la que se encuentra Turquía ahora y cuyas efectos concretos han sido observables durante casi un año, se está exacerbando y descontrolando. Se supone que la crisis se extenderá durante algunos años y tiene el potencial de poner fin a la "leyenda" AKP. Cuando hablamos de un modelo económico de AKP, es difícil hablar de otra cosa que no sean proyectos de construcción. Todas las empresas públicas, la agricultura y la naturaleza han sido derrochadas a los monopolios internacionales y sus colaboradores; los grandes proyectos de transporte y construcción, así como la transferencia de fondos públicos al capital se han convertido en el sello distintivo del milagro económico del AKP. Los pilares que aseguraron la legitimidad social del palacio fueron sacudidos por las derrotas del fascismo en Rojava, en el levantamiento de Gezi en 2013 y por la derrota electoral del 7 de junio de 2015. Sin embargo, por manejar la crisis a través de chovinismo, la guerra y agresión fascista, el régimen pudo compensar el debilitamiento de su base social. Pero esta capacidad del fascismo está desapareciendo cada vez más con la crisis económica. La presión de la crisis económica ha provocado el fin del "milagro económico", el único pilar que mantiene vivo el palacio. La crisis económica no solo desintegra al poder del régimen de palacio, sino también al apoyo social que debe estar mantenido por el chovinismo. La discusión reciente sobre el Canal de Estambul, un proyecto de destrucción ecológica, es de mayor importancia contemplandola en base de esto. Este "proyecto loco", que se lanzó como una visión del "reinado" del AKP para poner su sello en la ciudad, se ha convertido en un símbolo de la nueva guerra en el palacio. Actualmente está terminando un período del régimen de palacio, que se ha caracterizado de apuestas por el equilibrio en la competencia sobre la hegemonía entre los Estados Unidos y Rusia. El objetivo del régimen era aprovechar la ventaja geopolítica de las contradicciones imperialistas asociadas con los acuerdos internacionales sobre el Canal de Estambul (Acuerdo de Montreux). Tenía el plan de crear rutas alternativas al Mar Negro bajo su propio control. El Canal debería dar a la OTAN una herramienta para debilitar la creciente influencia de Rusia, para que se encontraría una nueva política de equilibrio geopolítico. El régimen también trató de participar en la creciente guerra comercial entre los centros imperialistas. El costo del Canal, que se estima entre 200 y 300 mil millones debería crear nuevos recursos a través de inversiones, recursos que garanticen el flujo de capital y reduzcan la presión causada por la crisis económica. Como resultado del proyecto, se talarán millones de árboles, se abrirá la zona correspondiente para la construcción, se cerrarán las tuberías respiratorias de Estambul, se saquearán las aguas subterráneas y se causará una destrucción ecológica extrema. Al interrumpir el equilibrio natural del Mar Negro y el Mar de Mármara, se está iniciando un proceso que tendrá consecuencias a corto, mediano y largo plazo. Especies enteras se extinguirán, y el olor a huevos podridos se extenderá por Estambul. Hoy, el Canal de Estambul es la marca de todas las crisis económicas, ecológicas y sociales del fascismo turco. El jefe fascista se aferra al proyecto con todas sus fuerzas y, por lo tanto, no es de esperar que se abandone tan rápidamente. La única fuerza que puede detener este proyecto de destrucción múltiple es la rabia de las masas que surgirán en todos los sentidos. Y la tensión aumenta junto con el potencial asociado con ella. El palacio y sus oponentes se están polarizando en ambos lados de la discusión del Canal de Estambul. El alcalde de Estambul Imamoglu y su CHP dominan la oposición al palacio sobre este tema. La relación del CHP con este proceso es aprovechar la polarización social para fortalecer su posición en las elecciones. En esta polarización, la izquierda laboriosa debe formarse lo más rápido posible y organizar una línea que sea adecuada para aprovechar de este nuevo potencial. Una línea de resistencia que se organiza en varias formas, como lo hicimos durante los foros en el levantamiento de Gezi en las calles y como lo hicimos en las sesiones públicas sobre el "no al referéndum" contra el fascismo, fortalecerá al frente revolucionario. Es importante organizar la voluntad en la calle y establecer esta política dentro del movimiento. El próximo ataque de destrucción ecológica planificado por el fascismo que se encontrará con resistencia, es el Canal de Estambul. Al igual que con el Levantamiento de Gezi en 2013, cuando la rabia sobre los árboles talados en un parque en el corazón de Estambul explotó en un levantamiento contra el fascismo, el Canal de Estambul también ofrece la oportunidad de convertirse en la tumba del fascismo, porque Estambul es una metrópoli de la lucha.
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